Fuiste un gato excepcional, la mayor parte de vosotros lo sois. Hiciste cosas increíbles, como aquello de escaparte del chalet de La Cola en Calabardina, y aparecer en una terrado junto a la cas de Águilas, maullándo para intentar llamar la atención, ya que no podías acceder a tu terraza. Una semana más tarde, 9 kms de distancia, que nadie sabe ni cómo ni porqué decidiste hacer cuando te escapaste en La Cola. Siempre te gustó tu azotea. Al final, desistimos de bajarte y tenerte en casa. Creímos entender que, a fin de cuentas, tenías derecho a elegir dónde te sentirías mejor. Arriba, con Chulo, dormíais juntos, y sólo te gruñía cuando había comida por enmedio. Te quiso mucho, estuvo muy triste otra vez que te escapaste y volviste con la pata mordida de peleas con otros gatos (o gatas, no lo sabemos). Te lamía las heridicas, y aún oigo sus suspiros cuando vió que te devolvíamos a la terraza, con él, y supo que no te habíamos perdido.
Pero esta vez, sí. Eras viejecico. Igual hasta sentiste perder a Dino, con quien no llegaste a congeniar muy bien, cosas de gatos... Bueno, como si las personas supieramos congeniar! Ahora, si también hay cielo para los gatos, espero que liméis asperezas. Al fin y al cabo, los dos tenéis en común habernos dado mucha alegría mientras estuvistéis con nosotros.
Tus riñones no pudieron más. No ibas a salir a recibirnos, cuando oías los motores de los coches o las motos que conocías de sobra. Por favor, si vuelves entre los nuestros, dame una señal. Creo que sabré ver esos ojos oscuros, lentos y sabios. Te envidio por haber dado tanto por tan poco. Iba en tu naturaleza de animal doméstico, lo sé, pero la tuya estaba un paso más allá. Por tu caracter independiente, aprendiste a decidir, y venir a jugar, y pedir a mamá la comida, el agua, lo que te faltara; o simplemente, a rozarte con ella cuando subía a tender la ropa lavada. Con papá cuando te llevaba pescado fresco, que te encantaba. Conmigo cuando volvía los fines de semana, o en verano cuando, menos veces de lo que ahora veo, subía a hacerte unas caricias en tu cuellecico para que ronroneases. Y Paqui, siempre allí, comprando tus laticas estos últimos años. Y Pascui, que de vez en cuando pasaba por allí. Quisimos siempre tenerte contento. No tenía sentido que no pudieras seguir así, el gato que tanto quisimos. Ya en la clínica, la mamá y Paqui te visitaron con el ánimo de que salieras del trance. Pero se veía venir que era tu último viaje. Y Paqui tomó la decisión de acompañarte. Ella ha sido muy valiente, y si lo crees necesario, perdónale. Por favor, no nos lo tengas en cuenta. A veces tenemos que tomar decisiones por vosotros. Gracias por esperarle, por escuchar sus últimas palabras de cariño, que fueron las de todos, ya que no podrías ni apenas verle. Te deseamos lo mejor en tu viaje. Llevas en el equipaje los días felices que nos has dado, nuestro respeto y nuestro cariño. Fuiste un amigo de verdad, te echaremos de menos. Sabrás que tendrás siempre un sitio en nuestros corazones, innobles, como la naturaleza humana que no compartimos contigo. Tu alma de animal estará tranquila, como estuvo tu carácter entre nosotros. Donde sea que ahora se halle escuchará mi llanto mientras te escribo. No es tristeza, ni compasión. Es la certeza de haber sido feliz gracias a esas pequeñas cosas, los momentos que compartimos. Cuídate mucho Misie, seguro que de generoso, seguirás devolviendo más del doble de lo que recibes. Hasta siempre...